Se tiene la idea generalizada de
que el bebé es muy listo y nos toma el pelo. Por eso desde bien temprano hay
que enseñarle quien manda. Todo para que no se nos suba a la chepa.
Nunca he entendido como tenemos
hijos con esta idea tan distorsionada de
lo que es un niño. Como si bebés y niños fuesen nuestro enemigo. Hay que
domarlos antes de que sea demasiado tarde.
Efectivamente ese es el objetivo:
que obedezcan, que no se salgan con la suya, que no nos fastidien… En
definitiva, domesticarlos. Cuantos antes mejor, que es cuando se están
desarrollando, dependen totalmente de
nosotros y no tienen capacidad para decirnos cuatro cosas bien dichas.
Así creamos
niños obedientes, futuros adultos sumisos.
Niños buenos, futuros adultos reprimidos.
Niños no respetados ni física ni emocionalmente,
futuros adultos invasivos
y que no saben reconocer ni sus propias emociones
ni las de los
demás.
No quiero que mis hijas sean
obedientes, sino que entiendan el por qué de las cosas (cuando sean capaces de
hacerlo) y tomen sus decisiones.
No quiero que mis hijas sean buenas, quiero que sean simplemente niñas (los
niños no son ni buenos ni malos). Quiero respetar a mis hijas como toda persona
se merece, porque además es la manera de que ellas también respeten.
Y aunque solemos hacerlo lo mejor
que podemos y sabemos, nos cuesta dejar
atrás patrones dañinos aprendidos. Porque salirse de la normal no es fácil.
Incluso aunque hayamos decidido informarnos acerca del desarrollo de los niños, en la práctica no es tan
sencillo porque tenemos bien integrados esos patrones aprendidos.
¿Qué
no es capaz de hacer un bebé?
Matizar que cuando hablo de bebé
me refiero a niños de hasta tres años.
- No tiene capacidad para razonar. Por tanto no tiene la capacidad de
entender las razones que podemos ofrecerle para que haga o deje de hacer esto o
aquello.
- No tiene la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Por tanto
no entiende que lo que hace puede tener consecuencias o de hasta qué punto hace
daño al otro.
- No tiene capacidad para engañarnos. Por tanto no puede tomarnos
el pelo.
- No puede ser malo. Se suele llamar malo a un bebé que llora, que se
despierta por la noche, que cuando ya deambula pega o quita juguetes a otros
niños… Esto está dentro de la normalidad en el desarrollo de un bebé y no tiene
nada que ver con la maldad. La maldad es una cualidad de los adultos.
¿Por
qué un bebé no es capaz de hacer todo esto?
Muy sencillo, esto depende de su
desarrollo cerebral. No es hasta
alrededor de los tres años cuando toma relevancia el cerebro racional, el
neocortex. La capacidad de razonar o ponerse en el lugar del otro no es posible
hasta que esto sucede. Teniendo en cuenta además que es un proceso que requiere
tiempo y maduración.
Según el modelo del Cerebro Triúnico
antes de los tres años son dos cerebros los que rigen el desarrollo del bebé. El
cerebro reptiliano o primitivo, lo que
es el instinto y la supervivencia. Y el cerebro límbico, lo que son las
emociones. Por eso, antes de esa edad, no tienen lenguaje
fluido, ni memoria propiamente dicha, ni son capaces de razonar.
Otra cosa es que por nuestros
gestos o palabras ellos sepan que no nos gusta lo que dicen o hacen. Pero no
tiene nada que ver con que lo entiendan.
Yo le puedo decir a mi hija que no
abra ese cajón o no cruce la carretera porque es peligroso. Ella puede saber lo
que le pido pero no entiende por qué
motivo no va a poder hacerlo si a ella le apetece, el peligro que puede correr
o las consecuencias.
Por eso el juego es fundamental en esta etapa. Las explicaciones sólo
sirven para acostumbrarnos a dárselas. El juego sirve para que todo fluya más
fácilmente y el peque colabore cuando sea necesario. De la misma forma el juego
seguirá siendo muy importante para el aprendizaje de los pequeños hasta los
siete años.
El bebé
aprende por imitación
Si le daño, le grito, le miento, le engaño, le enseño a ser sumiso,
mermo su autodefensa, o me ve hacerlo a los demás, será lo que aprenda.
Disculpamos acciones en nosotros mismos u otros adultos que no admitimos en los
niños.
Si le hacemos daño creyendo que
así aprenderá o se dará cuenta (el manido cachete a tiempo o pellizcarle cuando nos pellizque, por poner un par de ejemplos) aprenderá que el más fuerte es el que manda y que puede dañar a otro para conseguir las cosas. Jamás he entendido el “no se pega” mientras se le da
un cachete al niño.
Es normal que en ocasiones peguen
para defender su espacio o lo que consideran sus cosas. Hay que tener en
cuenta que a esta edad están en la etapa
egocéntrica y así debe ser para no quedarse ahí estancados, como les sucede
a tantos adultos. Por supuesto no podemos permitir que se hagan daño, aquí si
hay que intervenir. Pero lo que no es lógico es dañarle o hacerle sentir mal para evitarlo.
En torno a los tres años podremos ir dándoles explicaciones cortas,
adecuadas a su edad, sin olvidar que el juego siempre será nuestro gran aliado.
No siempre en sencillo nuestra
relación con nuestros hijos. Pero olvidamos que la falta de apoyo, las prisas,
nuestra pesada mochila o los consejos no pedidos no ayudan en nada. Todo lo
contrario. No pidamos a nuestros hijos
lo que no les corresponde.
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