En esta
vida tan ajetreada que llevamos, en la que parece que tenemos prisa para todo,
también ocurre que muchas veces metemos prisa a nuestros hijos, una veces sin
querer y otras queriendo, para que crezcan, jueguen o aprendan. Queremos lo mejor para ellos y por tanto lo
queremos todo ya, sin dejarles disfrutar de la vida y de su momento; sin ni
siquiera disfrutar nosotros de ellos.
Cada niño tiene su ritmo, sus gustos y
preferencias, un carácter y su manera de hacer las cosas. Vamos, como los adultos. Pero
claro, son demasiadas las veces que se nos olvida precisamente eso, que son
personas y no marionetas a los que dirigir a nuestro antojo, según nuestras
necesidades, gustos, la prisa que tengamos o nuestra creencia errónea de
lo que debe ser/hacer un niño.
Hoy no voy
a entrar a reflexionar sobre si los niños deben o no aprender esto o lo
otro cuanto antes, aunque si diré que no
estoy de acuerdo con la frase “cuando antes mejor”. Quiero compartir diez tips
para que el juego de o con nuestros niños sea realmente juego que ellos disfruten, juego con el que realmente aprendan y en
definitiva juego de verdad.
Qué podemos hacer para respetar el juego
creativo de nuestros hijos:
- No decirles cómo deben jugar. Es muy
común que el adulto establezca las normas del juego (y no hablo de unas normas
de respeto: no pegar, chillar, etc), porque tiene una idea preconcebida de cómo
debe jugarse a este u otro juego, coartando imaginación y libertad al niño para
poder expresarse mediante el juego.
- No decirles a qué tienen que jugar.
Podemos ofrecerles alternativas, darles ideas, por supuesto acompañarles, pero
no decidir por ellos. El juego es una herramienta de aprendizaje cuando el niño
lo disfruta, sin haber sido impuesto. En lo que se hace por obligación no hay
placer ni aprendizaje, y por tanto no es juego.
- No obligarles a jugar con quien no desean.
Es habitual que, sobre todo en niños que por su desarrollo (normal) todavía no
se relacionan mucho con otros niños, se le inste a jugar con “amiguitos”
(impuestos), cuando ellos no tienen necesidad o por el motivo que sea no
quieren jugar con ese otro niño. Como decía antes, todo lo que se hace por
obligación no gusta.
- Dejarles que se equivoquen. Hay que
permitir que los niños cometan sus propios errores, para que de esa manera
puedan aprender a resolverlos, siempre con nosotros cerca. Si les trasmitimos
que equivocarse es algo negativo puede suceder que teman volver a intentarlo.
- Pedirles permiso para “interferir” en su
juego. Cuando un niño está jugando, sobre todo cuando el juego simbólico va
siendo más complejo, está inmerso en un mundo imaginario donde nuestra
percepción no tiene por qué ser la suya, y por tanto nuestra incursión en el
juego puede no ser aceptada sino estamos comprendiendo la “historia” del juego.
No quiero decir con esto que no juguemos con nuestros hijos, al contrario,
ellos están deseando jugar con nosotros. Lo que quiero decir es que si están
jugando y llegamos nosotros, debemos sumergirnos en su mundo.
- No interrumpirles cuando están jugando.
Pensamos que el juego es sólo diversión, como si esto fuese algo insignificante.
El juego es muy importante para el desarrollo de los pequeños, a través de este
integran vivencias, desarrollan su imaginación y adquieren conocimientos.
- No tratar de hacer del juego siempre un
aprendizaje. Entre otras cosas porque ya lo es, si les permitimos jugar
libremente. Como he dicho antes, podemos proponerles cosas que pensamos que
pueden ser interesantes para ellos en cuanto a aprendizaje, pero la decisión
siempre será suya. Si realmente queremos que aprendan dejémosles jugar
libremente y sin presiones.
- No etiquetarles. Juzgar a nuestros
hijos, según nuestros prejuicios, es además de dañino (su autoestima puede verse
afectada) algo que no lleva a ninguna parte.
- Dejar que se aburran. Llenarles siempre
de actividades sin dejarles momentos para la inactividad es contraproducente. Qué
mejor momento para el resurgir de la creatividad que el aburrimiento.
- Dejar que se ensucien. Dejémosles
comportarse como niños. Os contaré una anécdota. Hace tiempo, estando con mi
hija en el parque, llegaron unos abuelos con un niño de año y medio. Llevaban
un cubo y una pala. Pero cuando el niño quiso sentarse en la arena y tocar la
arena, le dijeron que eso no podía ser, que se iba a manchar (sus pantaloncitos
blancos, entre otras cosas). Se suponía que el niño tenía que jugar de pie, sin
tocar la arena directamente con las manos. De verdad que no entiendo estas
situaciones, que las hay.
¿Se te ocurre
algo más?
Es verdad que a veces ni siquiera dejamos que jueguen libremente y como ellos quieran. Gracias por recordarnoslo con estos consejos!
ResponderEliminarMuchas veces no somos conscientes de todo lo que dirigimos a nuestros hijos y que eso además no les beneficia para nada.
EliminarUn abrazo
Totalmente de acuerdo!
ResponderEliminarEs alucinante cómo los adultos confundimos habitualmente cuidados y protección con controlar y dirigir, viciando la libertad de nuestros hijos para decidir y, por qué no, equivocarse.
Yo creo que nos sentimos o nos hemos sentido tan dirigidos y controlados que tenemos la necesidad de hacer lo mismo con quien podemos y así lo perpetuamos con nuestros hijos. Además es dar por sentado que los niños no saben y necesitan que les digamos cómo hacer la cosas, cuando son ellos quienes nos enseñan cómo jugar (además de otras tantas cosas).
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