Hoy ha sido la
primera vez que he tenido que ir con mi hija de tres años a que le hiciesen un
análisis. Cuatro tubitos le han sacado. Reconozco que casi iba yo más asustada
que ella. Temía su reacción, sobre todo, ante según qué tipo de enfermeros nos
encontrásemos, pues no todos saben tratar a los niños.
Para sacar
sangre a los niños, los dejan para el final, y lo hacen las mismas enfermeras
que lo han estado haciendo para los adultos, al menos en nuestro Centro de
Salud. Reconozco que a mi hija la han
tratado bien, que de eso se trata, pero su prepotencia al tratar conmigo
(que iba, como he dicho antes, un poco asustada por cómo se desarrollaría todo,
y por cómo lo pasaría mi pequeña) se la
podían haber ahorrado.
Ha sido todo
mucho más sencillo de lo que creía. Me han hecho sentarme y sentarla sobre mí,
poniéndola de lado para dejarles un bracito libre para pincharla. Así hemos
podido estar abrazadas. Y aunque ella estaba asustada, y ha dicho que no le
gustaba, y ha llorado un poquito, ha sido toda una campeona, porque tal y como
es ella cuando algo no le gusta pensaba que no iba a ser posible. Esa falta de confianza en mi niña abre anti
mí nuevos aprendizajes, y es que siempre nos sorprenden.
Agradecí a la enfermera que me dijo
“déjala que mire” cuando intenté distraerla. Es verdad que veía la aguja clavada en su piel, pero
también veía, mientras yo se lo contaba, cómo salía su sangre de un rojo
intenso y podía saber qué la estaban haciendo.
Pero lo que me
ha llevado a escribir este post no es nuestra historia de esta mañana, si no la
escena que hemos presenciado.
Antes y después
de nosotras ha pasado una niña de cinco años con su padre. La niña no quería que la pinchasen, estaba muerta de miedo. Hace
poco la habían tenido que hacer también unos análisis y según el padre entonces
no hubo problema. El papá estaba muy enfadado con la niña, y más aún lo estaba
la segunda vez que lo intentaron, sin resultado. Ver a la pequeña llorando, la
primera vez, y el papá mirarla desde su distancia con el ceño fruncido me
pareció duro para la niña. Pero ver de
nuevo, la segunda vez, a la niña
llorar desconsoladamente, suplicando que no quería, y escuchar al papá decirla
que no iba a ir a cole sino que se iba a quedar en casa castigada todo el día,
me ha llegado muy hondo.
Por otro lado se
oía quejarse a una de las enfermeras, tras tratar de convencerla de varias
maneras, que no la estaban matando, y la niña actuaba cómo si lo estuviesen
haciendo. Quizás porque era así como la niña se sentía, ¿nadie lo ha pensado,
ni siquiera su padre?
Y me ha llegado
tan hondo, que no he podido evitar emocionarme, y mucho, delante de mi hija,
que me preguntaba qué me sucedía. Esa
escena ha hecho aflorar una experiencia de algún recuerdo olvidado en mi niñez,
y he conectado totalmente con el sentimiento de miedo, de nervios, de no poder
controlarse y de incompresión que sentía la pequeña.
Por supuesto la
escena, tanto de la niña como mi respuesta, ha servido para hablar con mi hija
de lo sucedido. Mi preciosa hija ha
llegado a la conclusión de que el papá debía haber abrazado a su hija, para que
esta no estuviese tan asustada, y no entendía por qué el papá en vez de
abrazarla se había enfadado.
Cuando nuestros
hijos están llorando por el motivo que sea, su motivo, ¿por qué a veces en vez
de consolarles nos enfadamos? ¿Nos enfadamos con ellos, con nosotros, con algo
que nos hace clic? Cuando nos enfadamos
con ellos en vez de consolarlos, sin duda, entre otras cosas, es porque no
estamos conectando en ese momento con ellos ni con sus sentimientos.
¿Os ha pasado
alguna vez? A mi si.
*
Imagen de Chin Hwa Lim
Y más cuando sabemos que lloran por miedo, por pánico... No es ni lógico ni humano lo que has presenciado y seguro que si se lo hiciésemos ver a su padre abriría los ojos y se escandalizaría de su propia reacción ante su preciosa hija pequeña y asustada.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo
EliminarLa verdad es que me daban ganas de acercarme y decirle al papá que su hija estaba muy asustada, que no era algo que hacía para fastidiarle, que simplemente no podía evitar sentir se así. Y hacerle ver que quizás sólo con hacerla ver que la entendemos la situación hubiese mejorado en todos los sentidos.
EliminarPuede que se escandalizase o puede que se reafirmase aún más, vete a saber, porque hay de todo en esta vida.
Siiii, y me jode, porque no me entiendo, por lógica puedo, pero visceralmente no, no lo entiendo y me pongo muy triste, a veces me obligo a abrirle los brazos y quedarme quieta abrazada a ella, entonces mi enfado se va diluyendo y consigo conectar con ella. Me pone muy triste a posteriori, la verdad es que a veces me cuesta mucho librarme de la forma en la que mis padres me trataban a mí, es una mierda. Pero bueno, cada vez voy reconociendo lo que no tiene sentido y lo voy cambiando. Un besete!
ResponderEliminarTe comprendo, porque eso mismo me ocurre a mi a veces, cuando el enfado me sobrepasa y no me deja ver nada más. Entonces ni siquiera tengo ganas de abrazarla, pero lo hago porque no quiero negarla ese abrazo, entonces me voy diluyendo.
EliminarNos encontramos en un camino de aprendizaje constante, muchas veces a costa de nuestros hijos.
Un abrazo
Suele ser comportamientos aprendidos y se pueden desaprender, pero necesitan que alguien se lo haga ver...es horrible verlo en directo, te dan ganas que coger tu a la chiquilla y darle un buen achuchón....
ResponderEliminarLlevamos tantos comportamientos aprendidos a cuestas sin darnos cuenta... y desandarlos no siempre es fácil, implica mucho reconocimiento por nuestra parte y por lo que "nos han hecho" y no todo el mundo quiere verlo.
EliminarLa pequeña necesitaba un gran abrazo.
A mi me pasa a veces también, y estoy de acuerdo contigo, sin duda estoy enfadada conmigo, pero desgraciadamente hay otra persona que también paga el pato. Lo siguiente es darte cuenta y seguir a vueltas con la culpabilidad, pero confío en que a fuerza de reconocer los mecanismos se pueden corregir.
ResponderEliminarUn abrazo Carol!
Como decía en otro comentario aprendemos mucas veces a costa de nuestros hijos. Pero el hecho de ser conscientes y querer ser mejores padres, no quedarnos con lo puesto, dice ya mucho.
EliminarCuando conectamos es mucho más fácil, porque nos vemos reflejados.
Un besazo
AAhhyyyy Carol... hoy, justo hoy leerte me parte el alma... Creo que llevo unos días enfadada con el mundo, nerviosa y con ganas de espacio para mi y mi enano puede que esté sufriendo las consecuencias!!! Gracias por el "toque" amiga!! Tú siempre tan acertada!
ResponderEliminarUn beso!
El estar enfadados con el mundo, que a todos nos pasa, nos avisa de que hay algo que tenemos que cambiar o cuidar. En este caso, por lo que dices, es que necesitas en estos momentos tiempo para ti. En vez de enfadarte, ¿por qué no encuentras la manera de darte ese tiempo?
EliminarUn besazo guapa
Uffff.... se me ha puesto la piel de gallina imaginando la escena. Como bien dices, si cambiásemos los enfados por abrazos, los adultos del mañana no necesitarían psicofármacos.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Los adultos que hoy somos hemos soportado en muchos casos este tipo de actitudes hacia nosotros cuando éramos niños. Si escuchásemos, no sólo a nuestros hijos, sino también a nuestro propio niño interno, nos abrazaríamos a nosotros mismos en el momento de abrazarles a ellos.
EliminarUn abrazo
Buf, la verdad es que imagino la escena, y no puedo evitar emocionarme yo también. Como dices, aprendemos a costa de nuestros hijos y de vez en cuando hay que respirar, abrazarlos e intentar conectar con ellos. No lloran porque sí, siempre hay una razón y nunca es porque quieren vernos enfadados.
ResponderEliminarGracias por el post, sigo aprendiendo gracias a mi pequeña.
Por supuesto que no quieren vernos enfadados, en cuanto oigo a mi hija decirme "mamá no te enfades" cambio el chip y conecto al momento si no lo había hecho antes.
EliminarUn niño que llora necesita nuestro cariño y comprensión, el creer que un niño llora para manipularnos es muy retorcido.
Con ellos aprendemos siempre.
Se me ha encogido el corazón pensando en esa pobre niña, yo no entiendo como el padre podía mostrarse así de duro con ella, quizás fueron sus nervios los que no le dejaron conectar con su hija. Desgraciadamente hay mucha gente que ante una situación de nerviosismo se bloquean y no saben que hacer y afloran esas conductas que hemos vivido y a las que estamos acostumbrados. Si en vez de esos enfados, castigos, regañinas dejáramos que fluyera el amor y el cariño el mundo sería mucho mejor, verdad?
ResponderEliminarLos nervios, el estrés, el sentirse observado, las prisas, las expectativas... y podría seguir, hacen que dejemos de ver lo importante, que desconectemos de lo esencial. Pero si esto nunca se llega a ver es difícil cambar de dinámica.
EliminarPufffff! Mi niño es así ante cualquier prueba médica, y hemos tenído que pasar una cuantas.
ResponderEliminarPero siempre abrazado, conteniendo... Aunque el este tan asustado que solo grite y llore desesperado...angustiado.
Es tan duro...
Jamas podría enfadarme por eso.
Cuanta empatía falta con los niños...
Vuestro hijo por lo menos sabe que estáis a su lado y que entendéis lo que está pasando.
EliminarRealmente estamos muy desconectados del mundo infantil.
Primero me encanta tu nueva imagen está genial, jejeje pero también me encantaba la esencia de la antigua! Ayyy cuánta razón en esta entrada, Ernesto por mil cambios, pero sobre todo por tema cole y hermano está más sensible y enfadado y se junta que mi paciencia es menor, tengo que respirar mil veces tooodos los días y dar mil abrazos de contención. Gracias por esta entrada me ayuda en mi día a día, los enanos nos enseñan tannnto. Besicos.
ResponderEliminarMe alegro de que te guste el nuevo look, pero más aún que te haya servido el post.
EliminarEl día a día no es sencillo ni fácil, pero esos abrazos de contención como bien los has llamado lo hacen todo más llevadero.
Un besazo