Hace unas semanas, cuando íbamos bañar a Minerva, se le cayó encima un cubito donde guardamos un par de muñecos de goma para el agua. Nuestro baño es minúsculo y sus juguetes para el baño los tenemos en un cubillo que cuelga de unas barras de la pared para las toallas. Nuestro error fue no preparar el baño, con sus muñecos ya en el agua, como hacemos siempre antes de entrar con la pitufa a la acción. Más que nada fue el susto que se llevó. Y claro, ese día quiso salirse pronto del agua.
Nosotros tenemos plato de ducha, en el que metemos una bañerita para que Minerva pueda estar un rato jugando en el agua. Tuvimos la mala suerte de que al día siguiente se puso de pie, como tantas otras veces, y al querer salir se escurrió y se hizo daño con el borde del plato de ducha. De nuevo el baño duró poco.
Al tercer día, cuando su padre se metió con ella al baño, todo ya preparado, jugando y riendo, nada más meterla en el agua comenzó a llorar a moco tendido, tanto que me asusté y acudí corriendo para ver qué sucedía. No quería bañarse. Estaba de pié, toda sofocada, pidiéndonos que la sacásemos de allí. Y eso fue lo que hicimos.
Al día siguiente nada más darse cuenta de que la íbamos a bañar empezó a protestar y con sólo rozarle el agua ya estaba llorando. Me di cuenta de que había cogido miedo.
Con mucho cariño, traté de tranquilizarla, y se me ocurrió meter mi cabeza en su bañerita haciendo burbujas, haciendo la fuente, en fin, haciendo el ganso. Eso la hizo reír, y aunque conseguí que se sentara, entre juegos y risas, se notaba que todavía estaba alerta por lo que pudiera pasar. Quisimos que el baño no durase mucho para ir poco a poco.
El quinto día accedió a meterse al agua todavía un poco desconfiada, pero pronto pareció volver a disfrutar, salpicando, jugando y riendo. Con mucha ternura y paciencia logramos que olvidase las malas experiencias que le habían hecho reaccionar con desconfianza y miedo ante una situación que veía como desagradable, cuando siempre había sido todo lo contrario.
Todo esto que os cuento, me sirve para explicar, primero, que si les damos tiempo y mucho cariño podemos lograr que poco a poco dejen de temer algo que les desagrada haciéndoselo agradable. Y segundo, me sirve para explicar el tema de esta entrada, la memoria implícita.
La memoria implícita es el tipo de memoria que tienen l@s niñ@s hasta los 2 ó 3 años. Es una memoria en la que el/la niñ@ no tiene el recuerdo de lo que ha sucedido, sino que las impresiones que le han producido una determinada situación han quedado guardadas en su cerebro, y pueden ser determinantes para comportamientos futuros.
Minerva no recordaba que se le hubiese caído un cubito encima, sólo tenía la impresión, sin saber muy bien por qué, de que el baño no era un sitio seguro. Eso es lo que les ocurre muchas veces en la visita al pediatra después de haberles puesto las vacunas o ante una mala experiencia con el pediatra o la enfermera.
A partir de los 2 ó 3 años es cuando finaliza la mielinización del córtex cerebral, y es a partir de ahí cuando empezamos a tener memoria explícita, los recuerdos secuenciales de las cosas que nos van sucediendo.
Lo que hay que tener muy en cuenta es, que aunque antes de esa edad no tenemos recuerdos, sí se nos quedan grabadas impresiones que nos pueden hacer actuar en un futuro de determinada forma, y que las redes neuronales que se están formando pueden variar para bien o para mal, dependiente de si un/a niñ@ ha sido feliz o no en sus primeros años de vida.
En el último libro de Rosa Jové “Ni rabietas ni conflictos” podemos leer lo siguiente: Oliver Sacks: “En los dos primeros años de vida, aunque uno no conserva recuerdos explícitos, se producen recuerdos y asociaciones emocionales profundas en el sistema límbico y otras regiones del cerebro en donde se representan las emociones, y estos recuerdos emocionales pueden determinar el comportamiento de una persona para toda la vida”.
Por eso es fundamental procurar que la infancia de nuestr@s hij@s esté llena de amor, respeto y seguridad. En definitiva, preocupémonos por dar a nuestr@s hij@s una infancia feliz, qué padre no quiere eso para su hij@, y de esa forma conseguiremos que se conviertan en adultos felices.
Pobre Minerva! Que rachita de accidentes! Por suerte pudo recuperar su seguridad gracias al amor inmenso que le brindan :). Muy interesante la info sobre la memoria en niños tan pequeños. Un abrazo cariñoso!
ResponderEliminarGracias por compartir la historia de Minerva y explicar tan bien lo de la memoria en niños de su edad. Me alegra mucho que este disfrutando del baño nuevamente.
ResponderEliminarSaludos.
Yo siempre he pensado que muchos de los comportamientos de los adultos son reflejos de su infancia, pero tu explicacion me lo ha dejado mucho mas claro
ResponderEliminarMe parece muy interesante y útil, al final todo se refleja, de una manera u otra.
ResponderEliminarMuy interesante lo de la memoria explícita e implícita....
ResponderEliminarAy Carol! Te he imaginado metiendo loa cabeza en la bañerita y haciendo la fuente.. Minerva se quedaria flipada jajajaja
ResponderEliminarUna entrada buenisima Carol, la verdad es que no conocia esto de la memoria implicita y me alegra que haya otra explicacion mas de la Ciencia que apoye lo que muchas madres intuimos.. que no hace falta hacer llorar a los niños ni hacer que se sientan mal.. si esto sucede es que vamos por mal camino, saltemos a otro.
Un besote!
Bren, pobre, ya es mala suerte dos días seguidos. Menos mal que logramos que todo fuese como antes. Un besazo
ResponderEliminarGaby, con lo que le gusta a ella el agua, menos mal que sigue disfrutando de su baño. Un abrazo
Mamaencantada, desde luego que muchos de nuestros comportamientos vienen de nuestra niñez, el problema es que lo tenemos tan grabado y oculto (pues como ha he explicado no tenemos recuerdos) que es difícil salir de ahí, aunque no imposible. Saludos
Nereida, tu lo has dicho, somos el reflejo de los niños que fuimos. Un besazo
Mamá de un bebote, al saber sobre estas memorias me he dado cuenta de muchas cosas.
Carol, a Minerva le encanta que hagamos el payaso, ja, ja, como a todos los niños. Si es que cada nuevo descubrimiento de la ciencia en relación con los niños nos lleva al mismo punto, que hay que ciudarles mucho no sólo físicamente sino emocionalmente. Gracias. Un besazo
Me ha encantado esta entrada!!! Gracias!!!
ResponderEliminarGracias Carol. me ha resultado muy interesante este post. Esa memoria implícita de la que hablas es un poco como el disco duro de nuestra memoria, no?
ResponderEliminarHabéis resuelto muy bien la situación y la niña vuelve a sentirse segura en el baño, ellos necesitan siempre de nuestro amor y comprensión.
Un abrazo!
Excelente post. Este es un tema muy tratado por los psicologos, de hecho, existen terapias que consisten en armar la propia biografía a partir de estos recuerdos implicitos, para que ya de adultos, podamos solucionar conflictos. Con nuestros bebes, claro, es diferente, esta en nuestras manos que sus vivencias de la primera infancia sean gratas y llenas de amor.
ResponderEliminarSaludos!
Qué interesante lo que nos cuentas, Carol, muchísimas gracias!
ResponderEliminarEs cierto que merece la pena dar tiempo para que se habitúen de nuevo a las situaciones cotidianas cuando muestran inquietud por algo ocurrido. Para nosotros puede que no tenga más importancia que el ver caer un cubo de juguetes pero esa impresión que nos describes es lo que ellos perciben y sienten.
Leyéndote me ha venido a la cabeza que estos días atrás en los que teníamos a la pequeña malita y sentía pánico al termómetro, teníamos que esperar a que durmiera para tomarle la temperatura. Aún así, había veces que se despertaba y lloraba. En los días siguientes que ya estaba bien y no era necesario ponerlo, si le movía el brazo al vestirla, aunque viera que se trataba una situación diferente y yo le explicara, ofrecía resistencia a levantarlo y le notaba inquietud en la mirada. Pero si le mostraba el termómetro y lo dejaba lejos, ella se acercaba por él y se lo ponía, o me lo ponía a mí :)
Besitos!
Muy interesante Carol, gracias por refrescarme conocimientos sobre temas de memoria y procesamiento de la información. Todo lleva a la misma conclusión, que es aquella que se desprende de la teoría del apego y que anima a dar seguridad y amor a nuestros hijos, es eso y no la obsesión de los refuerzos y castigos lo que hace que un niño se desarrolle emocionalmente saludable. Un beso para la familia.
ResponderEliminarDe chupetes y babas, gracias guapa
ResponderEliminarMaría M., si es que con mucho cariño podemos solcionarlo todo. Me gusta como lo has definido, el disco duro, ahí queda todo grabado. Besitos
Hijo fulo, como dices, en nuestras manos está que nuest@s hij@s no necesiten acudir en un futuro a un psicólogo para resolver sus traumas pasados. Saludos
Cocolina, nosotros intentamos siempre respetar sus ritmos, y eso incluye el hecho de que puedan tardar mas o menos en adaptarse a las nuevas circunstancias. Vuestra anécdota refleja que si no les atosigamos ellos mismos lo hacen solitos, qué bién. Un besazo
Diego, estoy contigo en cuanto que la teoría del apego es la más respetuosa para que nuestr@s hij@s crezcan sanos emocionalmente. Besitos también para vosotros
Hola Carol. Me encantó tu blog , por aqui me quedo.
ResponderEliminarpobrecita tu nena, que mala pata con la bañera pero cuanta razon tienes en que con cariño y paciencia se consiguen superar muchas cosas.
Un beso
Un post muy interesante y documentado. Nosotros hemos tenido un par de experiencias similares a la que cuentas con Pequico (qué curioso, que una ha sido esta semana y también con el baño) y las hemos solventado de la misma forma que vosotros. En general, es nuestra actitud en la crianza, no presionar, presentarle las situaciones nuevas de forma atractiva, darle tiempo a familiarizarse con ellas... No había oído hablar de lo dela memoria implícita y me ha parecido muy curioso y me ayuda a comprender aún más por qué los niños se comportan cómo lo hacen.
ResponderEliminarUn abrazo!
Yasmin, bienvenida. Menos mal que todo se solucionó, como dices, con mucho cariño y paciencia. Besos
ResponderEliminar@Mousikh, yo la primera vez que oí acerca ese tipo de memoria fue en el último libro de Rosa Jové y la verdad es que te das cuenta de tantas cosas... Me alegro de que también vosotros hayáis solventado esos percances con Pequico. Un besazo
Un post super interesante.
ResponderEliminarMe has refrescado algunas cosas que comentó Rosa Jové en la conferencia que dio en el H. d Fuenlabrada.
Hay que trabajar mucho la confianza y la seguridad y todo desde el cariño más absoluto.
Yo tambíen me he visto en circunstancias parecidas con lo de la bañera ;D
Besos
Teta, gracias.
ResponderEliminarEs que me terminé hace poco su último libro donde hace mención a este tipo de memorías y junto nos acababa de pasar lo del baño, así que até cabos.
Totalmente de acuerdo.
Un besazo
Carol,
ResponderEliminarMuy chulo el post y muy bien explicado ;-)
Yo también creo que muchos de los comportamientos y miedos inexplicables que tenemos como adultos provienen de vivencias que tuvimos de peques.
Qué bueno estuvisteis atentos al posible miedo de Minerva
Abrazos implícitos!
Magia, gracias.
ResponderEliminarYo ya lo intuía, pero cada día lo tengo más claro.
Abrazos guapa
Muchas gracias por compartir esta entrada tan interesante. Me encanta siempre me pregunto como trabajan la cabeza de los bebés y esto me ha ayudado mucho....gracias, gracias. saludos, lucre
ResponderEliminarUna madre Pikler:
ResponderEliminarMe gusta poder ayudar aportando la información que me encuentro y que creo que es muy importante conocer para poder conocer más a nuestros hijos.
Por eso me alegro de que así haya sido.
Un abrazo