Tuve un parto muy largo, casi 24 horas. A las 16 horas no aguanté mas y me puse la epidural. Aunque también influyó el que vinieran a ponérmela sin yo haberla pedido y que me metieran prisa, pues yo dudaba, y es que la anestesista tenía que irse a una operación. Fue la única persona del personal del Hospital de Fuenlabrada cuyo trato dejó mucho que desear. El caso es que gracias a la epidural no sentía las contracciones y en el paritorio los pujos fueron dirigidos por la matrona. Me costó tanto que a punto estuvieron de hacerme una episotomía, y cuando por fin salió lo único que sentí fue alivio.
Me la pusieron encima unos segundos, en los que alzó su cabecita mirando para todos lados, lo cual me hizo mucho gracia. Pero en esos momentos no sentía nada más, intentaba buscar dentro de mí algo, algún sentimiento, y nada. Fue un poco desconcertante, porque yo soy de las que se emocionan con cualquier cosa, y aunque no le di demasiada importancia porque sabía que era algo normal que podía ocurrir, si me dio mucha pena.
Al poco tiempo, sin darme cuenta, ya tenía un miedo atroz a que pudiera sucederle algo, miedo que por cierto creo que ya no va a separarse de mí en la vida.
También me sucede que la mire y no me crea que algo tan bonito y tan perfecto sea mío. Me parece mentira que el “bichito” que llevaba dentro cuando estaba embarazada (lo que por cierto a veces recuerdo con añoranza) sea la niña que tengo ahora en mi regazo.
Ya han pasado casi dos meses y medio. Parece imposible quererla cada día aún más que el anterior.
Siempre he sido muy proclive a los calificativos cariñosos, aunque ahora creo que estoy batiendo mi record con ella. Mi niña, mi vida, gamusina, tortuguita, peluche, caracola, amapola, enana, mi nena, princesa, pitufa, pitufina, bebucha, guapa, cariño, poca cosa, partícula subatómica (estos dos últimos son exclusivos de su padre), duendecilla…
No te preocupes que yo me emociono por las dos. Sinceramente, no he podido evitarlo. Iba por la mitad de tu entrada y ya notaba cierto calor en los ojos. Una cosa es verlo y otra cosa es leerlo de tu propia mano.
ResponderEliminarMuchas gracias por compartir tus experiencias con nosotros, nos acercan mucho más a ti y de una forma muy directa.
Llegará el día en que Minerva lee esto y, como poco, se emocione. ¡Menudo regalo!