Siempre ha estado muy despierta, pero ahora esos ojazos no dejan de observarlo todo, curiosa, te busca con la mirada.
La sonrisa ha pasado de ser un mero reflejo a ser una sonrisa en toda regla dedicada especialmente a nosotros, o a todo aquel que le obsequie con unas palabras amables. Incluso a veces acompañada ya de un “je”, aperitivo de lo que dentro de poco será su contagiable risa.
Sus manitas, que ya desde el principio agarraban dulce e inconscientemente mi dedo mientras mamaba, ahora empiezan, también curiosas, a agarrar o intentar agarrar todo lo que pillan cerca. Zarandea a su amigo el elefantito en la cuna; se engancha al pelo como un monito; entrelaza sus manitas (llevándoselas en ocasiones a la boca como si estuviese muerta de hambre); se sujeta a su ropita, a la nuestra, o a las sábanas como si eso le hiciese sentir más segura… Incluso cuando estoy, como ahora, con ella sentada conmigo frente al ordenador, parece que le gusta eso de apretar ella las teclas.
Sus pequeños soniditos van dejando paso a un parloteo de lo más lindo, siempre y cuando no suceda a las dos de la mañana. Dice ajo cuando quiere, intenta decir cositas que la verdad no sabemos muy bien qué y como parece que le gusta oírse pues se dedica a gritar, que debe hacerle mucha gracia a ella.
Ahora se despierta más por la noche, que aunque sabemos que es lo normal, no quita que te fastidie. Y las tomas, pues mareada me tiene, que aunque igualmente sabemos que es normal, tan pronto está todo el día enganchada a la teta como al día siguiente parece que apenas tiene hambre.
Pues eso, mi nena es una caja de sorpresas. Le queda tanto por aprender… y a nosotros con ella.
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